Wednesday, September 9, 2015

Partidas

Pienso en las partidas.

Las partidas anunciadas, y las que no esperamos.

En realidad siento que aprendemos a vivirlas como algo impropio o algo así como un agujero que recuerda la ausencia. 
Como algo malo, un desenlace que nos empobrece.
Las interpretamos cual un castigo.
Como si perdiésemos algo de nuestro propio ser en el proceso de esa separación, algo que debería ser evitable. Y si fallamos en el intento, cosa que sucederá inevitablemente, la culpa tomará posesión del sitio desalojado.
Como si no pudiéramos tolerar la falta.
Pienso cuantas veces decretamos internamente que un ciclo terminó, pero quedamos emocionalmente pegados.

Pensaba en el registro del vacío, del dolor intenso, cada vez que algo o alguien se aleja. 

Pienso en el efecto negativo de la resistencia esa que ejercemos para evitar que las cosas y los seres se alejen de nosotros.
Como consecuencia de nuestra ilusión de sentirnos dueños de todo. Con la omnipotencia del poder que sentimos al aferrarnos.
Sentimos  miedo a envejecer, porque la juventud pasa, y vamos en busca de la eterna juventud perdiendo de vista la dignidad de un envejecimiento sabio.

Sentimos miedo a perder nuestros bienes,  viviendo como un fracaso las pérdidas materiales, para mi hoy es el despojo lo que nos acerca hacia nosotros mismos.
Tenemos la creencia de que todos los seres humanos que están cerca son nuestros y se irán sumando etapa a etapa, estando siempre, ejerciendo el rol de la permanencia, contándolos como trofeos y sintiendo la traición del abandono se eligen su camino sin invitarnos al banquete.

Nuestro desarrollo está poblado de miedos.
Nos enseñan que debemos obtener cosas, subir escalones, hacer y sumar en nuestro registro. 
Y así lograr herramientas que nos den la seguridad tan ansiada. 

Esa que nos amparará de los desfalcos de la nada. 
Pero una construida del lado de afuera.
Un revoque aparente, una escenografía de solidez que al primer ventarrón se nos vuela.

Crecemos aferrados a todo, montados en la fantasía surgida del acopio, como si ése fuera el objetivo y la base de todo logro.

Hoy siento claramente que las partidas son parte de los ciclos de la vida, pero que cuando nos apropiamos de algo o alguien, le damos una bienvenida de logro, pero olvidamos de invitar a la partida. Porque vienen siempre juntos.

Todo pasa, lo bueno y lo no tanto. Todo termina en algún momento. Todo sigue camino a su destino.

Todo es un continuo que jamás podrá detenerse. 
Que aunque intentemos aferrar ese todo a nosotros, con nominaciones vinculares o títulos de dominio legales, siempre van a irse, van a dejarnos, o vamos a perderlas.
Pues eso es parte del fluir de estar vivos.

Para caminar, debemos cargar pocas cosas, de lo contrario echaremos raíces escapando de todo cambio.
Algunas de ellas podrían ser cambiadas por otras, creyendo que decidimos, es en verdad el tiempo que determina la fecha de caducidad en forma arbitraria. 
Todo se termina, todo recomienza.
Podemos tener la sensación de crecimiento a partir de acopiar cosas, viajes, títulos, dinero, para hacer todo lo que se nos ocurra. Casi todo.
Podemos sentirnos amados a raíz de tener pareja, amigos, familia.
 
Podemos sentirnos exitosos por tener cargos importantes, ascensos o reconocimientos públicos.
Podemos sentirnos importantes, si tenemos muchos seguidores o likes en una foto.


Así crecemos convencidos de que lo alcanzado está destinado a echar raíces, y a quedarse instalado en nuestra historia.

Puede que entre las situaciones de mayor dolor, las pérdidas encabecen la lista.




Nos dicen que nuestros hijos son nuestros, porque los gestamos, los llevamos en nuestro vientre, los alimentamos, vestimos y educamos. Porque viven bajo nuestro techo, y porque la vida dice que ellos luego harán lo mismo y seguirán nuestros pasos.
Pero no deberían irse muy lejos…Para que les haría falta? Construimos sus casas en el terreno de atrás, les compramos el departamento de abajo, de al lado, de la vuelta. Nos garantizamos de opinar en sus vidas, de aconsejarlos, de incluirlos en las empresas familiares, o sugerirles destinos como con garantía de logros futuros.

Tendrían que vivir cerquita para poder apachucharlos de vez en cuando. 
Para tomar mate, para comer con ellos la torta en sus cumpleaños.
Nos convencieron que la vida, es nuestra. 

Y me di cuenta no hace mucho que nos la prestan por un tiempo.
Y debemos agradecer porque pocos son los elegidos.

Un alquiler con contrato renovable, pero con una cláusula oculta de determina cuando caduca.
Debemos pagar los gastos mientras hagamos uso de ella. 
Y como premio nos dejan transitar placeres y si fallamos nos lo recuerda la angustia, el enojo, la ira.
Como nos ponen nombres, tenemos vínculos, y somos como libres, llegamos a sentir que es nuestra para siempre. 

Y enfermar o morirse es un error que debe ser enmendado.
Y sale la medicina entera a prometer curaciones. 

Muchas veces lo que nos entregan es un certificado de prolongación pero sin garantías.

La medicina olvida enseñarnos la importancia del disfrute, del registro, de aprender a ser protagonistas siempre, de creer que vamos a poder siempre que lo intentemos!

Me doy cuenta que debemos educar a nuestros hijos y reeducarnos en la idea de que nada nos pertenece nunca.

Todo es transitorio, salvo lo que se va generando dentro de nuestras almas que registran y aprenden. Llevamos adentro un alma que evoluciona en forma constante, si aprendemos a escucharla.

Yo quiero aprender a sufrir menos, quiero poder hacer carne que los seres que amé y amo siguen indefectible el destino de su ruta, y que no me dejan, porque nunca fueron míos.

Y son, o fueron solos compañeros durante un tramo.

Mi propuesta es deshacernos de los títulos que dicen que somos algo, porque no son ciertos.
Somos quienes somos sin portar jamás credenciales ni garantías.

Somos seres simples e iguales solo que acreditamos mas distinciones para accionar eficientemente en algunas áreas, es todo.

Somos esclavos de lo que creemos nuestro. 
Porque siempre, por mas que revisemos todos los pasos, todo, todo tendrá su fecha de vencimiento y terminará su ciclo para irse.

Celebrar la vida es conectarse a diario, garantizándose estar despiertos, y caminar con las manos abiertas, y sin tener oculto lo que sentimos. Pero da miedo.
Decirle a quienes van caminando en nuestros tramos que amamos y honramos su presencia, lo mismo que cuando se alejen haremos con su partida.
Voy a cumplir 56 años, y recién me doy cuenta de esto.

Todo es transitorio, y nada es nuestro.
Y la felicidad surge como plenitud de la aceptación de que también todo partirá cuando deba hacerlo.

Partir es morir un poco dicen.


Partir es dejar espacio para nuevas experiencias, y para recordarnos que la vida es como una cinta transportadora que solo pasa, para aprender algo.


Hoy siento la partida como algo mas fuerte que antes.

Es bueno sonreír y brindar por quien o por lo que perdimos, porque quiere decir que cruzamos otro ciclo en lugar de quedarnos en un lugar seguro y cómodo.
Quiere decir que nos hicimos parte de ellos y ellos de nosotros, para aprender cosas nuevas, pero sumándolos a nuestras experiencias.

Ahora siento mas calma, era necesario desanudar el cabo de la amarra.
Porque el la vida lo único permanente es el cambio.



Un buen día de lluvia



Norma 


9 de Septiembre 2015